domingo, 21 de mayo de 2017

LUCIA,SOS UNA IDOLA




Si con todo lo que tienes no eres feliz

Domingo, 21 de mayo del 2017
La periodista madura escribía en un periódico nacional. Siempre atenta al surgimiento de nuevas tendencias, seguía a medios muy pequeños. Como aquel magacín digital de cultura 'post hípster'. Fue así como llegó al trabajo de la periodista jovencísima y cómo empezó a seguirla en Instagram.
Entonces la jovencita escribió en su cuenta de Twitter: «Sé que esto es de mala feminista pero ¿qué hace esta señora mamarracha siguiéndome en las redes sociales? Me da asco su careto».
Lo sabe. Pensó la madura. Porque él no había sido precisamente discreto. Para él yo era una presa que lucir. El «chorbo» (le llamaban así), el de la periodista joven, se había acostado con la periodista madura. Una 22 años, otra 50, él 34. La madura no se esforzó mucho o poco por conseguirle. Él se lo puso en bandeja. Y no le dijo que tenía novia. La madura se enteró, precisamente, porque la jovencita 'posteaba' su vida en redes sociales. Casualidad.
«Pero, si de verdad lo sabe, no sería tan kamikaze de colgar esta boutade que pueden leer 1.500 personas que probablemente también lo saben, y quedar como una loca».
La joven era exhibicionista y, tanto en las redes como en sus artículos, hablaba de su ansiedad, de sus trastornos de sueño, de sus ataques de pánico, de su adicción a la cafeína, de sus problemas con la coca, de su claustrofobia, de su devoción por la Oreja de Van Gogh, de que a veces estaba tan mal que se tenía que ir al cuarto de baño de la Facultad de Filología a llorar.
La madura sabía lo que era una depresión. Había pasado por ello. Por eso sabía que en una depresión hay mucho de autocomplacencia, de victimismo. Porque, se obtiene lo que se llaman «las ganancias secundarias». O sea las atenciones de los demás: pobrecita con lo mal que está.
Entendía a la jovencita porque había sido como ella. La misma niña guapa, inteligente, emocionalmente dependiente. El paralelismo era tan retorcido que daba miedo. Cuando ella tenía 21 años también tuvo un novio 10 años mayor que también le era infiel con una señora mucho más mayor. (Ay, el mito erótico de los brazos de la mujer madura) Pero nunca fue tan autodestructiva como para criticarla en público. Entonces las redes sociales no eran cibernéticas sino reales. Ellas coincidían en bares y en fiestas. Se intercambiaban miradas gélidas y punto. Ella nunca se rebajó a demostrar que lo sabía y que le importaba, mucho menos a dar un espectáculo gratuito a terceros.
No, no podía saberlo, pensó. Simplemente se había unido a la moda tan común entre la gente de su edad; ésa del haterismo. Cargar porque sí contra alguien conocido en redes sociales, confiando en que eso le ganaría seguidores. El resto había sido pura casualidad.
Ay, querida, pensó la madura desde la sabiduría que da la experiencia. El hecho de que cuando te sigo en un perfil social se lo comentes al mundo diciendo el asco que te da mi cara en lugar de ignorarlo revela que me das mucha importancia. Una persona madura no pierde el tiempo criticando cosas que ni le van ni le vienen porque siempre nos sobran las cosas que nos gustan y de las que podemos hablar. Todas las manifestaciones de rechazo tienen en común la existencia de un alto valor relacional: solo odiamos a quien de verdad nos importa. La agresividad le permite al alguien sin autoestima construir una imagen de sí fuerte, poderosa, dominante. Y la chica no debía tener mucha autoestima porque si la tuviera no necesitaría estar constantemente colgando fotos suyas para validarse.
Eres tan exigente contigo misma que no estás satisfecha con tu propio éxito, que es mucho. Tampoco estás contenta con tu cuerpo. Eres bellísima y sin embargo no haces más que quejarte en las redes de que deberías ir más al gimnasio. Así no solo no construyes, te destruyes. Y esa ansia destructiva la proyectas en otras. Como te odias a ti misma, nos odias a las demás. Transferencia relacional, se llama.
Tú no eres feminista. Supéralo. Te has puesto ese adjetivo a ti misma porque está de moda, porque en esa web fantástica y plástica en la que escribes mola decir que lo eres. Pero una mujer feminista nunca critica a otra por su físico. El mío, por cierto, a tu chorbo no le dio asco ninguno.
No sintió rabia, entendió cosas. Quien no aprecia una flor, jamás podrá apreciar un ramo. Esto es: Si con todo lo que tienes no eres feliz, no podrías serlo con lo que te falta.

No hay comentarios: