miércoles, 25 de mayo de 2016

GESTIONANDO LA SALUD

 ANDRES PICHON-RIVIERE, REFERENTE EN EVALUACION DE TECNOLOGIAS SANITARIAS

Los costos de la salud

Investigar el funcionamiento de un sistema sanitario es fundamental para volverlo más eficiente. A eso se dedica este experto: producir información para que quienes toman las decisiones en el país lo hagan de la manera más idónea posible.
 Por Pablo Esteban

La salud representa un derecho cuyo ejercicio tiene la obligación de contemplar a cada uno de los habitantes del planeta. Como todo servicio, debe ser sostenido y alimentado mediante la ejecución de cuantiosas partidas presupuestarias por parte de las autoridades nacionales. Sin embargo, el esfuerzo jamás es suficiente; sobre todo, cuando se alcanza a comprender que garantizar su acceso nunca supone un gasto sino que constituye una inversión.
La Real Academia Española señala que la justicia es “el principio moral que tiende a brindar a cada individuo lo que le corresponde o pertenece”. Los procesos de toma de decisiones recogen dicha noción y la materializan al momento de instrumentalizar políticas públicas que benefician, en algún sentido, la vida de las personas. No obstante, ¿de qué manera se traduce la justicia en un campo tan sensible como la salud? Desde esta perspectiva, ¿cómo se garantiza la cobertura universal? En concreto, ¿incrementar el suministro de vacunas y medicamentos equivale a democratizar el acceso?
Andrés Pichon-Riviere continúa el camino iniciado por su abuelo Enrique, pero construye su trayecto propio: obtuvo una maestría en Ciencias en Epidemiología (Universidad de Harvard) y es doctor en Medicina (recibido en la Universidad de Buenos Aires). En la actualidad, se desempeña como director ejecutivo del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS) e imparte clases en diversas instituciones. Aquí, describe cómo funciona el sistema de salud en Argentina y propone diversas líneas de trabajo encaminadas a garantizar una dinámica distinta en el área.
–¿Por qué estudió medicina?
–Fui al Colegio Nacional Buenos Aires y, al terminar el secundario en 1983, no tenía mucha idea sobre cómo seguir. Recuerdo que con 18 años me subí a un Rastrojero que paraba en diversas universidades y cada quien se anotaba donde quería. En principio elegí ingeniería. Sin embargo, ese mismo verano hice un test vocacional que fue definitivo ya que me perfiló para el campo de la medicina. Supongo que mi abuelo Enrique tuvo algo que ver porque era el único médico de la familia.
–Una vez recibido, fue a Harvard a realizar la Maestría en Epidemiología…
–Sí, claro. Fue una linda experiencia para mí y marcó mi especialización en el área de la salud pública y la investigación. Desde aquel momento, mi objetivo fue el mismo: producir información útil para que los individuos encargados de tomar decisiones en el país puedan actuar de la manera más idónea posible. Investigar, pero para modificar la realidad. Ir más allá del paper.
–En el IECS, usted es el director del Departamento de Evaluación de Tecnologías Sanitarias y Economía de la Salud. ¿Qué es eso? ¿Qué tareas realizan?
–Vamos por partes. En general, se piensa que una tecnología es algo que se enchufa, que tiene luces y que se mueve. Y la verdad es que la conceptualización que nosotros manejamos está un poco lejos de todo ello. Más bien, guarda relación con todas aquellas acciones que se efectúan en el sistema de salud.
–¿Por ejemplo?
–Una tecnología sanitaria es un medicamento, una vacuna, un procedimiento quirúrgico, así como también es un programa para detectar cáncer de mama, o bien un modelo de historia clínica. En relación a eso, el concepto de “evaluación”, también remite a una categoría más amplia que refiere a la medición y al control de todas las consecuencias clínicas y sociales respecto a la aplicación de una tecnología determinada. De modo que se relaciona con qué evidencia existe respecto a la efectividad, el impacto económico, social y ético, los efectos en la equidad, etc.
–Muchos países del mundo cuentan con agencias o secretarías de evaluación de tecnologías sanitarias…
–Sí, por supuesto. Aquí en Latinoamérica, durante la última década, Chile, Uruguay, Colombia, Brasil, México y Perú han realizado avances importantes en la materia. Es un tema que está en agenda y preocupa a aquellas personas encargadas de tomar decisiones. En este marco, el concepto de cobertura universal de salud, que refiere a las condiciones de acceso de las poblaciones mundiales, es clave. La OMS lo ubicó en la superficie como una temática de prioridad global.
–¿Y cómo evaluaría el desempeño local al respecto? Desde su perspectiva, ¿cómo es la cobertura en Argentina?
–Es buena en relación a otros países. Hace algún tiempo, estamos acostumbrados a que en Argentina las personas cuenten con cobertura. No siempre es de calidad pero sí, de alguna forma, los habitantes tienen parte de sus necesidades cubiertas. En Paraguay, por ejemplo, una mujer a punto de dar a luz debe abonar casi todo. Lo mismo se replica en algunos lugares de India, China e, incluso, en Estados Unidos.
–En un trabajo señala que para lograr la cobertura universal, las autoridades de cada país deben tomar decisiones en tres dimensiones. Cuénteme al respecto...
–Efectivamente, las decisiones deben ir encaminadas en tres ejes. Uno se refiere a definir los destinatarios (es decir, a todos los grupos sociales que se incluyen: embarazadas, niños, ancianos, etc.); luego, un segundo punto se vincula al modo en que se materializa la cobertura (esto es, a través de vacunas, remedios, etc.); y por último, es necesario planificar a qué costo se garantiza el acceso universal. El mundo comenzó a trabajar en estas tres líneas que implican un proceso de toma de decisiones más planificado que supere la política de micro-decisiones que perdura en la actualidad.
–¿A qué se refiere con “micro-decisiones”?
–Lo voy a explicar con un ejemplo. Una mujer argentina tiene 50 años y hace seis que no va al médico, aunque es muy probable que cuente con obra social o, en última instancia, cuente con la posibilidad de acceder al sistema público. Sin embargo, ¿quién se preocupa por ello? Nadie. ¿Por qué? Porque el sistema de salud no lo considera un problema. Supongamos, luego, que esa señora se encuentra un bulto en una mama, pero no pide turno. Quizás por miedo, o bien porque ni siquiera sabe cómo solicitarlo ni a qué profesional recurrir. Además, toda esa burocracia que demora una eternidad. En poco tiempo, debe entrevistarse con el médico clínico, luego con el especialista, más tarde con el cirujano, y mientras tanto solicita exámenes y diagnósticos de todo tipo.
–Todo ello demanda tiempo y esfuerzo…
–Sí, claro. Ahora bien, sigamos con la imaginación y pensemos que, de modo hipotético, deben operarla de cáncer metastásico y a los tres meses requiere de un medicamento que vale 50 mil dólares. Entonces, no se entiende cómo el sistema de salud le garantiza algo que le cuesta muy caro, pero no evalúa todas estas instancias intermedias que podrían evitar consecuencias peores.
–¿Y de qué manera se podría solucionar este inconveniente?
–En la actualidad, no hay una decisión explícita tomada al respecto. Las prácticas del paciente se convierten en la resultante de un cúmulo de decisiones individuales.
–¿Qué criterios se deben tener en cuenta?
–Uno muy importante se vincula con la costo-efectividad de las intervenciones (establece la relación entre el costo que le representa al sistema de salud y qué beneficios implica para las personas). Eso, por ejemplo, se vincula con determinar el precio de los medicamentos, inclusive. Un segundo criterio se relaciona con priorizar la cobertura de personas que están en peores condiciones de acceso, es decir, a aquellos grupos sociales más vulnerables. En definitiva, no está bien ampliar la cobertura a un nivel más alto cuando hay individuos que no tienen satisfechas las necesidades de salud más básicas.
–¿A ello se refiere el concepto de “racionamiento” en materia de salud?
–Sí. No es admisible que el que tiene más plata se alimente como un rey, mientras la gran mayoría se muere de hambre. Esa metáfora se puede aplicar a la salud sin problemas. En nuestro país el racionamiento es implícito.
–¿Eso que quiere decir?
–Por ejemplo, en Argentina una persona que nunca tuvo cobertura ni trabajo, y de repente necesita un trasplante cardíaco tiene la posibilidad de acceder. Es cierto, con todas las trabas burocráticas del caso, pero nadie le niega esa oportunidad. El país es muy generoso en ese sentido. Pero, ¿qué ocurre con las 50 mil personas con colesterol alto de las que nadie se ocupa? Recién nos preocupa una situación cuando es extrema. Es implícito en la medida en que nadie dice nada, y se construye cierta apariencia que indica que todos tienen derecho a todo. Pero en verdad no es tan así: hay individuos que esperan tres meses en cama por un reemplazo de cadera. El sistema es muy ineficiente: termina por gastar 50 mil dólares en un cáncer metastásico por no haber realizado una mamografía de control cinco años antes.

MI VIDA ES MIA Y YO DECIDO ¿VALE?

 LUIS MONTES

Montes: “La mayor sensibilización ante la eutanasia es haber vivido una mala muerte en tu entorno”

  • La condena a tres miembros de la asociación Derecho a Morir Dignamente, que lidera Montes, reabre el debate sobre la muerte asistida
  • "Los representantes políticos deben tener en cuenta este asunto para no estar de espaldas a la ciudadanía", subraya

EL AUTOR


Luis Montes, presidente de la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD). DMD
Luis Montes, presidente de la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD).  DMD
Tres miembros de la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) fueron condenados este martes a dos años de prisión en una causa en la que se investigó la muerte asistida de una mujer en Avilés con un jarabe de pentobarbital importado por este colectivo y el intento de realizar una sedación paliativa a un enfermo terminal en Cádiz. Los sentenciados admitieron los cargos de cooperación al suicidio y contra la salud pública para evitar su entrada en la cárcel. La Fiscalía pedía para ellos seis años y cinco meses de prisión por tres delitos. El acuerdo con el Ministerio Público evita la celebración de juicio y una posible condena mayor. [La información al respecto se puede consultaraquí].

El doctor Luis Montes, que lidera la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) explica a infoLibre el por qué de la aceptación de los delitos y del acuerdo con la Fiscalía y analiza la situación del debate sobre la muerte digna en España. A su juicio, la sociedad española cada vez es más proclive a que se fomente la propia capacidad de decidir en todos los ámbitos de la vida, incluido en su final. Montes, ya jubilado, fue injustamente acusado de llevar a cabo sedaciones irregulares en el Hospital Severo Ochoa de Leganés. En 2008, la Audiencia Provincial de Madrid archivó definitivamente la causa presentada contra él por el Ejecutivo madrileño (PP) y ordenó restituir su nombre y retirar cualquier alusión a mala práctica médica.

PREGUNTA: ¿Por qué han decidido admitir los cargos de los que les acusaba la Fiscalía y llegar a este acuerdo? 

RESPUESTA: Tal y como se condujo la situación por parte del juzgado y la Fiscalía pensamos que lo más prudente era llegar a un protocolo de conciliación. Se planteó la posibilidad de bajar el delito de cooperación al suicidio a complicidad, lo que reducía bastante las penas. Ha sido una decisión dura porque en la asociación no asumimos la implicación de nuestros miembros en los hechos que han sido objeto de investigación ni la calificación de los delitos que realizó el Ministerio Público. No obstante, como dice el saber popular, más vale pájaro en mano que ciento volando. Y en el ámbito de la  justicia –igual que en el de la medicina– todo está ideologizado. Eso fue lo que nos hizo aceptar.

P: ¿Cree que esta sentencia puede contribuir a reabrir un debate, el de cómo afrontar el final de la vida, que parece haber estado aparcado en los últimos tiempos? 

R: Es un debate que va y viene, que toma más protagonismo en momentos puntuales. En España fue Ramón Sampedro, con su lucha judicial y su suicidio, quien lo puso en la agenda. Después vinieron el caso Severo Ochoa de Leganés o la petición de rechazo al tratamiento de Inmaculada Echevarria... Es cierto que estos casos no han cambiado el ordenamiento jurídico, aunque sí han contribuido a la aprobación de leyes de muerte digna en varias autonomías.

Recientemente ha habido también otras situaciones que han tenido cierta influencia mediática. Me refiero a la condena a dos años de cárcel al hombre de Zaragoza que ayudó a morir a su madre, que llevaba 10 años sin poder salir de casa por los dolores. O al caso de una pareja que intentó la autoliberación con un arma de fuego y él quedó ciego. En ambos casos, los jueces han tenido en cuenta estas situaciones como actos de amor y de final de la vida por compasión.

P: ¿A qué se enfrenta en España una persona que participe en una eutanasia activa habiendo una petición de la persona que quiere acabar con su vida?

R: El Código Penal establece penas de prisión de dos a cinco años al que coopere con actos necesarios al suicidio de una persona y de seis a diez años si la cooperación llega hasta el punto de ejecutar la muerte. Pero el verdadero problema es que se penaliza al colaborador necesario. Es decir, se penaliza la inducción y la cooperación al suicido aunque se produzca tras una petición expresa y reiterada de un demandante que viva en un contexto de intenso sufrimiento y a pesar de que ese acto se realice por una motivación de justicia y solidaridad... En estos casos, las penas se pueden reducir uno o dos grados. Este último artículo es el que, desde DMD, pedimos que se cambie.

P: Ahora, a las puertas de unas nuevas elecciones, parece ser un buen momento para pedir estos cambios. ¿Qué piensan los partidos al respecto?Antes del 20-D en DMD organizamos varios debates en los que invitamos a representantes de las diferencias fuerzas políticas para que explicaran su propuestas en relación a este tema. Lo que intentamos es que se retrataran respecto a lo que piensan sobre este asunto. El PP no vino a ninguna de las convocatorias y el PSOE y Ciudadanos lo hicieron a nivel particular, señalando que era un tema que no se había tratado en sus formaciones.

Podemos se mostró favorable a derogar el citado artículo 143 y a sumarse a una ley de muerte de digna, al igual que Compromís, Equo e IU, que ha presentado varias proposiciones de ley en esta línea en las últimas legislaturas, aunque nunca consiguió los apoyos necesarios. Este es un debate que está en la ciudadanía desde hace mucho tiempo y que los representantes políticos deben tener en cuenta para no estar de espaldas a la ciudadanía. Es un clamor popular que se derogue el artículo 143 y se haga un protocolo y una ley de muerte voluntaria.

P: ¿Ha habido algún cambio legislativo en este frente en los últimos años? 

R: Sí, son varias las autonomías que, en el ejercicio de sus competencias, han aprobado leyes de muerte digna. Es el caso de Andalucía, Aragón, Navarra, Galicia, Baleares, Canarias... y también están en trámites normas similares en el País Vasco, la Comunitat Valenciana, Cantabria o Madrid. No obstante, lo que pueden hacer las comunidades es desarrollar la ley de autonomía del paciente en su planificación sobre los cuidados al final de la vida. No tienen competencias para decidir sobre si la muerte voluntaria o el suicidio asistido son legales. También ha habido propuestas para llevar este tema al Congreso de los Diputados, que es la Cámara que tiene legitimidad para iniciar una legislación sobre la eutanasia o el suicidio asistido.

P: ¿Hay alguna legislación extranjera en la que, a su juicio, España tendría que fijarse para, como ustedes defienden, despenalizar la eutanasia y el suicidio asistido?

R: Los países que en su ordenamiento jurídico han permitido un protocolo en este sentido se han definido por dos situaciones: el suicidio asistido o la eutanasia. Una práctica se diferencia de otra en el papel que juega el colaborador necesario, que es al que se le va a imputar por cometer un delito. En la eutanasia activa, el colaborador necesario da la muerte directamente, una muerte voluntaria, reiteradamente solicitada en un contexto de intenso sufrimiento psíquico y físico, insoportable y refractario a cualquier tipo de tratamiento. En el caso de suicidio asistido, el colaborador procura los medios y el propio ciudadano se da la muerte.

El paradigma es Ramón Sampedro, a quien un colaborador le procuró el veneno para que él mismo –que no era autónomo y no se lo podía procurar– se diera la muerte. El suicidio asistido está legalizado en seis estados de EEUU y en Suiza. Mientras que en Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Colombia o Canadá hay aprobadas leyes de muerte voluntaria con aceptación de la eutanasia activa, que es modelo que defendemos en DMD.

P: ¿Cree que la sociedad española admitiría una regulación en este sentido?

R: La última vez que el CIS incluyó preguntas sobre este asunto fue en 2009 [PDF de la encuesta, aquí]. Entonces, el 73% de los encuestados se mostró a favor de que se regulara la eutanasia y el 82% dijo estar de acuerdo con "administrarle la medicación necesaria para aliviar su sufrimiento aunque acelere su muerte" a un enfermo en fase terminal. No obstante, para mí la pregunta más interesante es en la que se evidencia que el 52,1% de los encuestados había vivido una muerte como consecuencia de alguna enfermedad irreversible en cuya fase final tuvo mucho sufrimiento. Creo que esa es la mayor madurez y sensibilización que hay.

Vivimos en una sociedad que cada vez es más laica. Desde los años ochenta se ha ido avanzando, desde el modelo tradicional paternalista, a otra vertiente autonomista en la que se desarrolla el principio fundamental de la autonomía personal, de la capacidad de decidir... Es indudable que vamos a una participación cada vez mayor en todos los actos importantes de nuestra vida y, desde luego, uno de los más importantes es el de finalizarla. Aunque los dos modelos se solapan, creo que si ahora se preguntara a la ciudadanía hay una corriente mayoritaria que considera que la vida es suya y que quiere decidir sobre ella hasta el final.  

ALGUIEN QUE LO LLEVE AL MANICOMIO....PLEASE!!!!!!

Mariano Rajoy en Salvados.
PSICOLOGÍA

¿Tiene Rajoy un trastorno

 paranoide?

Desde Hitler a Sarkozy, son muchos los políticos que han caído víctimas 
de su soberbia ¿padece de hubris nuestro presidente en funciones?



Numerosos personajes a lo largo de la historia han perdido el contacto con la realidad una vez han alcanzado el poder político. Víctimas de su propia soberbia, cayeron en las garras del síndrome de hubris, un trastorno paranoide cuya existencia data de los albores de la primera democracia. Los antiguos griegos utilizaban el término de hibris para referirse a aquellos héroes que, borrachos de éxito y de adulaciones, se habían transformado en tiranos despreciables una vez habían hecho acopio de todo el poder posible.
Y es que ya lo decía el célebre historiador Lord Acton, "el poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente". Partiendo de la base de que éste puede llegar a transformarse en una enfermedad en las manos equivocadas, podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que el gen infeccioso que causa la patología es el hubris. Aunque los atenienses lo utilizaron inicialmente como un concepto moral, por desgracia pronto se incorporó a su vocabulario habitual. Atónitos, veían como sus líderes cambiaban sus nobles propósitos por un ego desmedido y una arrogancia intolerable.
El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente
En 2008, el político y neurólogo británico David Owen publicó: En el poder y en la enfermedad: enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien añosun libro donde analizaba en profundidad la psique y la salud física de algunos mandatarios de la historia. Las conclusiones del exhaustivo análisis realizado por el científico británico daban lugar a pensar que la materia gris de nuestros gobernantes queda en un estado realmente lamentable. "En muchos jefes de Estado, la experiencia del poder les provoca cambios psicológicos que les conducen a la grandiosidad, al narcisisimo y a un comportamiento irresponsable. Los líderes que padecen este síndrome hubris 'político' se creen capaces de llevar a cabo grandes obras, creen saberlo todo, tener la solución a todos los problemas y tienden a operar más allá de los límites de la moral ordinaria".
Tres años después, Owen establecía los elementos psiquiátricos que caracterizaban este trastorno paranoide en un segundo libro: El síndrome hubris: Bush, Blair y la intoxicación del poder. Según el científico británico, quienes padecen esta enfermedad "comienzan con una megalomanía instaurada y terminan con una paranoia acentuada.”
¿Tiene Rajoy el síndrome de hubris?
Para averiguarlo necesitamos dos cosas: conocer si la actitud del presidente en funciones sigue un patrón paranoide y contrastar los resultados con un par de expertos. Y por supuesto, en ELPLURAL.COM hemos hecho ambas cosas. Vayamos por partes.
Como un buen lector avispado, ya habrás hecho un análisis mental con la breve descripción que te hemos facilitado del síndrome. A priori, posiblemente te encajen más con este perfil personajes como Putin y su egocentrismo, Sarkozyy sus ansias de protagonismo o Miterrand, quién dejó impreso su hubris para la posteridad en las obras farónicas que realizó durante el ejercicio de su poder. Pero seamos serios: ¿Rajoy puede encajar en este perfil?
Los afectados por esta conducta paranoide suelen interpretar todo con un sesgo de lo más egocéntrico, ya estén hablando de un tema tan banal como el vino o de gran trascendencia como recortes sociales que perjudicarán seriamente a la sociedad. Otro de los síntomas y quizás el que más hace dudar a la hora de saber si el presidente en funciones está enfermo de poder como lo estuvo Hitler, Stalin o Napoleón, es que esta clase de sujetos suelen demostrar una confianza desmedida en sí mismos y se sienten muy superiores a los demás. Aquí ya hay uno que evidentemente no nos cuadra.

Otro de los síntomas que ponen en evidencia esta conducta paranoide es pensar que
 todo aquel que no opine como tú está contra ti. Si tenemos en cuenta este dato tendríamos que poner en tratamiento provisional a todo el hemiciclo y luego ya ir viendo a quién damos el alta, así que pasemos al siguiente. Además de creerse superiores a los demás, le dan una gran importancia a su imagen, no escuchan la opinión de otros, sienten que alguien les hailuminado para realizar su labor y, aunque se equivocan, nunca son capaces de reconocerlo. Además, la pérdida de su poder les provoca una gran frustración que canalizan a traves de la rabia y el rencor.
No debe extrañarnos que un gran número de gobernantes hayan sufrido los estragos del poder, pues es, al fin y al cabo, la materia prima con la que trabajan diariamente. Además, la primera etapa de la enfermedad se da una vez cruzan la puerta del despacho presidencial, cuando se ven rodeados de aduladores que vanaglorian cualquier gesto que haga el amado líder. Después, cuando se han acostumbrado al goce de sentirse un dios en miniatura (véase Aznar), pasan a un segundo estadio del trastorno, momento en que no permiten que nadie ponga en duda sus opiniones e instruccionesCómo decidir embarcarse en una guerra injusta cuando tu pueblo entero clama a gritos por la paz o preparar una boda en El Escorial a tu hija de lo más principesca (también conocido como "síndrome monclovita").
Pero como decíamos anteriormente, son muchos los líderes que encajan con este trastorno, pero en el caso de Rajoy existe una duda razonable. Por ello, en ELPLURAL.COM contactamos con dos psicólogos que intentarán ayudarnos a resolver nuestras dudas.
¿Qué pasa dentro de la cabeza de Rajoy?
Según nos explica el psicólogo clínico Carlos Ramos Gascón, "las personas que tienen una demostrada veteranía en la esfera política no suelen presentar especiales rasgos psicopatológicos, salvo algunos casos particulares y políticos de tendencias extremistas. No veo en Rajoy a un político que tenga una especial ambición y aferramiento al poder, sino más bien a un hombre pragmático. Sabe que es un líder carente de carisma, de gancho popular, como sí lo tuvieron en su momento y en mayor o menor medida Adolfo Suárez o Felipe González". 
El psicólogo madrileño Juan Sánchez llega a las mismas conclusiones que Ramos, aunque sí ve algunas advertencias que deberían llevar al presidente en funciones a preocuparse más por su salud mental. "Creo que Rajoy aún no tiene una conducta paranoide, pero sí muestra signos de un Trastorno por evitación experiencial (TEE)". Este trastorno, según el profesor Steven C. Hayes, "es uno de los peores procesos psicológicos que la ciencia ha estudiado: 'si no lo quieres, lo tendrás'". Suele presentarse cuando las personas no están dispuestas a estar en contacto con experiencias aversivas, ya se trate de emociones, pensamientos o conductas, y tratan de evitarlas a toda costa. Esta actitud provoca una paradoja, ya que la intención de esconder la cabeza como un avestruz ante los problemas hace que estos estén cada vez más presentes."Para comprobar la certeza de este problema haz una pequeña prueba. Piensa en un elefante blanco durante tres segundos ¿lo tienes? Ahora trata de dejar de pensar en él, ¿a qué no puedes? Pues sustituye a los elefantes blancos por un montón de dinosauriosllenando sobres de dinero de forma ilícita. Sin duda es más fácil dejar de pensar en bellos paquidermos ¿verdad?
Lo peor viene cuando uno pasa demasiado tiempo en estas tensas circunstancias. Según explica Sánchez, "las consecuencias de la evitación cuando se convierte en patología pueden ser muy graves y causar mucho sufrimiento a las personas. Depresión, ansiedad, delirios, fobias, los afectados pueden perder la perspectiva y actuar en contra de sus propios valores. La evitación experiencial siempre tiene un plan para evitar los eventos aversivos".
¿Por qué pensar que Rajoy lo padece en silencio? Sánchez lo tiene claro: "haciendo un análisis superficial de Mariano Rajoy no es dificil concluir que cuando suena el río... Contestar a la gallega con otra pregunta, hacer una rueda de prensa detrás de una pantalla de plasma, no saber que en su partido hayvarios cestos de manzanas podridas, no saber que su propia sede quizá esté pagada con dinero negro, no comparecer en el Congreso por que dice que están en funciones, decir que los debates electorales son muy agotadores y que a nadie le apetece prepararlos y por este motivo preferir no participar en ellos,recriminar a los periodistas que solo se fijan en lo malo y no en lo bueno, etc,. son actos de evitación de libro".
Además, por desgracia se da el caso de que los seres humanos podemos padecer varios trastornos a la vez, algo que se conoce como comorbilidad. "Este tiene pinta de ser uno de los que quizá acompañe a nuestro presidente", matiza Sánchez. "En mi opinión, si a Mariano Rajoy le faltara el apoyo de su partido, psicosis paranoide sería otro".