viernes, 30 de agosto de 2013

DOS SIMPLES MEDICOS

Antonio Bascuña y Antonio Vergara. Médicos internistas

"Ya no hay 'pinta de VIH' pero el número de afectados sube"

Comparten ser de Cádiz, nombre, y especialidad. La casa que fundaron en Chiclana, el Hogar Gerasa, premio Reina Sofía de la Cruz Roja, acoge desde hace casi 20 años a enfermos de sida sin recursos.
M. Muñoz Fossati | .
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En la imagen, Antonio Bascuñana y Antonio Vergara. / Joquín Hernández Kiki
-Hablar del sida ha pasado de moda.

-(Antonio Bascuñana) Sí, porque nunca es agradable hablar de lo desagradable. Estaba de moda cuando era escandaloso. Hoy está médicamente controlada, pero no socialmente. El número de infectados sigue creciendo, y al disminuir la mortalidad, es mayor que nunca.

-(Antonio Vergara) Es una cosa curiosa, porque hay menos escándalo, pero todos los años captamos internos. En España hay alrededor de 3.000 nuevos contagios cada año.

-Entonces, la labor de su casa ha tenido que cambiar.

-(A.V.) Eso es. Nosotros abrimos la casa hace casi 20 años para morir dignamente, y ahora nuestro objetivo es recuperar a los internos física y mentalmente, vienen muy evolucionados, con muchas secuelas, por el consumo de droga.

-(A.B.) A pesar de lo cual a muchos de ellos conseguimos recuperarlos, y un porcentaje no pequeño se reintegra a su vida normal. El objetivo de la casa no es tener a la gente encerrada.

-El sida era enfermedad de drogadictos y homosexuales ¿Sigue siendo así?

-(A.B.) Hoy se ha normalizado. En la  población general cualquier persona puede contraer el sida, y los nuevos son habitualmente de transmisión sexual.

-(A.V.) El perfil del VIH  actual ha cambiado totalmente. Ya no hay pinta de VIH. Por eso la inmensa mayoría no tienen problemas sociales, al contrario que la mayoría de nuestros internos.

-¿Han disminuido los esfuerzos en investigación?

-(A.B.)Los esfuerzos primeros se dieron en los países desarrollados, y una vez conseguido el control en ellos, queda mucho por conseguir en el origen, en África, ahí están igual que hace 25 años.

-(A.V.) Se ha avanzado en los genéricos. Tanto Brasil como la India se enfrentaron a las multinacionales y eso ha hecho que las propias multinacionales reduzcan sus precios, con lo cual ha subido el número de personas con tratamiento. Pero claro, en Africa se acumulan muchos otros problemas... -¿Los recortes cómo les han afectado?

-(A.B.) Nosotros no nos podemos quejar. En cuanto barruntamos la crisis nos apretamos un poco el cinturón. Las ayudas de ayuntamientos, Junta y Diputación siguen existiendo, y las de los asociados. Pero tenemos que hacer un llamamiento para que los recortes no afecten a los más necesitados.

-(A.V.) La mayoría de nuestros pacientes son dependientes o grandes dependientes, y en el hachazo a la ley de dependencia sí que lo hemos acusado.

-¿Sus enfermos qué esperan?

-(A.B.) Ellos son sobrevivientes, gente que ha tenido una vida muy mala, que llegan muy quemados moralmente, sin autoestima. Lo que esperan es sobrevivir, o un techo. Curiosamente, son gente muy respetuosa, pese a todo, en cuanto tú los tratas respetuosamente. Lo que quieren son expectativas.

-¿Y hay casos de los que estén ustedes especialmente orgullosos?

- (A.B.) Muchos. Un enfermo mental verdaderamente desastroso, que se consiguió recuperar, que saliera a la calle, encontró una pareja y viven felices en Cádiz, con su paga no contributiva. O una inmigrante africana que venía enferma de sida, se le curó, se consiguió transplantarle un riñón, y hoy está integrada, emparejada con un español...

-(A.V.) Nuestro mayor orgullo es la recuperación social, y es lo que más nos está costando, porque no hay inversión en recursos sociales con los recortes. Todo eso se ha cortado, por ejemplo en los talleres.

-Sus internos no gozan del aprecio social precisamente.

-(A.B.) La gente tiende a pensar que están allí porque son un desastre, y lo que es un desastre es lo que han vivido, no ellos mismos. Por eso muchos que se reintegran tienen una vida totalmente normalizada.

-Da la impresión de que son ustedes una isla en el sistema.

-(A.V.) Yo creo que un poco sí, la verdad, di tú. (A.B) Nosotros no somos excepcionales ni nada... aunque nos hubiera gustado que otra gente hubiera seguido en otros lugares con esta tarea. No se nos puede olvidar mencionar a las Hijas de la Caridad, que son básicas y las que están allí todo el día. (A.V.) La Asociación Gerasa la formamos varios, pero ellas son fundamentales. Se construyó una casa para ellas y el requisito era que al menos dos fueran sanitarias, porque ellas viven allí. Y lo difícil que es encontrar personas que tengan esta dedicación permanente.

-Ya sabemos por qué están las Hijas de la Caridad ¿y ustedes por qué están en este lío?

-(A.B.) Como muchos, por nuestra obligación social. Mira, estábamos en el momento del incendio en el sitio en el que estábamos. Nos hemos tragado la epidemia del VIH en el momento más cruel. Eso nos ha impactado y cambiado nuestra vida. Lo que intentamos al principio era solucionar los problemas que teníamos delante, y como veíamos que podíamos intentarlo y otros no tomaban la iniciativa montamos esta historia ¿Y por qué hemos seguido? Porque vimos resultados, si no, no habríamos seguido.

-(A.V.) La clave es que somos sanitarios en el momento en que esto explosiona. La explicación es que tú eres sanitario y eso tiene una dimensión social, no entendemos esto como sólo recetar pastillas, sino preocuparte por algo más. La desesperación era por darle continuidad a una atención a personas muy necesitadas, y después el milagro de que saliera bien.