lunes, 29 de abril de 2013

CUIDATE DE COMER CARNE EN ESPAÑA

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CUANDO LA MORAL SE ENTROMETE EN LAS NEUROCIENCIAS,LA COSA VA MAL Y LA CAGAN


NEUROCIENCIA | Investigación

Nuevo mapa cerebral del psicópata

Psicopatía y empatíaEsta es una de las imágenes que los participantes del estudio tenían que ver. | 'JAMA Psychiatry'
Es uno de los retos de la ciencia y la psiquiatría: conocer más sobre el mecanismo neuronal que subyace en las personas con psicopatía. Un nuevo estudio encuentra diferencias en determinadas zonas cerebrales que explicarían por qué estas personas son incapaces de sentir el dolor ajeno.
Esta enfermedad mental, explican los autores de la investigación, publicada en la revista 'JAMA Psychiatry' , "está caracterizada por la falta de afectividad interpersonal, así como por problemas de socialización y de comportamiento".
Como explica un especialista español al comentar este trabajo, Jerónimo Saiz, jefe de servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, los sociópatas, así es como los psiquiatras se refieren a los afectados por este trastorno, "no aprenden de la experiencia, no reconocen ninguna autoridad, no respetan las normas, de hecho, suelen trasgredirlas, y, sobre todo, se caracterizan por su falta de empatía con el dolor de los demás. Es precisamente esta frialdad, añade, la que hace que puedan hacer daño a otros sin ninguna repercusión emocional". De hecho, indica el principal autor de este trabajo, Jean Decety, "en comparación con los delincuentes no psicópatas, los psicópatas son responsables de una cantidad desproporcionada de delitos repetitivos y actos violentos en la sociedad".
Con el objetivo de entender mejor la base neuronal de esta empatía, un grupo de neurocientíficos de la Universidad de Chicago (EEUU) y de la Universidad de Nuevo México puso en marcha un estudio con presidiarios, con una donación de 1,2 millones de euros del Instituto Nacional de Salud Mental. Según reza el artículo, entre el 20% y el 30% de ellos presenta esta alteración psiquiátrica. Sin embargo, en la población general, sólo el 1% está afectada.
Participaron de forma voluntaria 80 reclusos cuyas edades oscilaban entre los 18 y los 50 años. Tenían diferentes grados de psicopatía: alto, medio y bajo. A todos se les mostraron dos series de imágenes en vídeo. En la primera tanda, eran testigos de situaciones violentas en las que varios individuos sufrían daños físicos derivados de golpes, cortes, etc. causados por otra gente de forma intencionada (por ejemplo, el aplastamiento de los dedos de una mano otro sujeto cierra la puerta del coche a conciencia). En la segunda tanda, las imágenes mostraban, no el acto, sino diferentes expresiones faciales de dolor.
A través de la resonancia magnética funcional, los investigadores observaron que en los participantes con mayor grado de psicopatía, determinadas zonas cerebrales (corteza prefrontal ventromedial, corteza orbitofrontal, la amígdala y sustancia gris periacueductal ) mostraban menor actividad que los voluntarios controles (aquellos con bajo grado de este trastorno de la personalidad). Y lo más novedoso, un resultado que no se esperaban, es que aumentaba la actividad en la corteza insular. "Esta región está implicada en el comportamiento, la valoración de las consecuencias y en la incorporación del aprendizaje emocional en la toma de decisiones morales".
Esta aportación, señala el psiquiatra español, también presidente de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental, "ayuda a conocer mejor el sustrato neurológico sobre el que se sustenta la empatía para, en un futuro, quizás poder diseñar medicación que corrija" la falta de sensibilidad ante el dolor ajeno. El tratamiento de este trastorno de la personalidad disocial es bastante difícil y consiste en el tratamiento psicológico y la rehabilitación (intentar reestructurar el mecanismo perdido del respeto a los demás y a las normas), pero no hay medicación.


Usar valores morales en las evaluacions científicas  parece poco serio...

TAMBIEN LA MEDICINA OCCIDENTAL ES UN TIMO...

Medicina oriental: ¿Mano de santo o ¡Dios santo, qué timo!?

Medicina oriental: ¿Mano de santo o ¡Dios santo, qué timo!?
La terapia japonesa shiatsu abrió una vía que unía el arte del masaje japonés, el quiromasaje americano y la acupuntura. (Corbis)
 
Javier Pérez.
La medicina oriental como saber tradicional del cuidado de la salud lleva años popularizándose en Occidente. ¿Quién no ha oído hablar de la acupuntura? Es el caso más paradigmático: terapia que consiste en el estímulo de puntos corporales mediante la inserción de finas agujas cuyo propósito es aliviar dolores, prevenir enfermedades o, incluso, activar la capacidad autocurativa.
Cada vez son más las personas que creen en la eficacia de esta técnica para restaurar su salud. Cristian, de 47 años, padecía una lumbalgia crónica. “Sufría con cualquier movimiento por pequeño que fuera”. Antes de recibir acupuntura obtuvo tratamientos convencionales durante dos años con fármacos y ejercicios. “Tuve mejoras pero nunca llegué a estar completamente recuperado”. Entonces, decidió probar con “algo nuevo”. Unas sesiones con las agujas fueron suficientes para que desapareciera el dolor de la espalda. Según cuenta: “Fue mano de santo”, pues “recobré la movilidad para la actividad física”.
Desde entonces Cristian confía en su acupuntor. Ahora, aunque acude antes al médico de la seguridad social tiene muy en cuenta las formulaciones de la medicina tradicional china. Tanto le sorprendió su mejoría que ya ha convencido a algunos amigos para que vayan a probar. “Son caminos diferentes para el alivio de cualquier patología, sin embargo, la medicina china parece más natural”.
Esta medicina milenaria funda sus bases en el taoísmo, cuya filosofía piensa de acuerdo a la naturaleza y distingue las fuerzas del Universo que se oponen y complementan dando equilibrio: la tierra y el cielo, el frio y el calor, el agua y el fuego, la vida y la muerte… El Ying y el Yang en continuo movimiento son el Tao, es decir: el todo. Así también lo contempla Teodora Alexandrova, acupuntora profesional con más de dos décadas de experiencia, pues identifica el cuerpo humano como “un pequeño universo, como un todo”. De este modo se puede entender el organismo, “cómo funciona y que relaciones tiene”.
Cada vez hay más pacientes crónicos enganchados a un medicamento que no termina de solucionar el síntoma En base a esas interrelaciones se ha ido ampliando el conocimiento. Un meridiano es un conjunto de puntos de circulación donde saber estimular: “Se han ido descubriendo terminaciones pero los meridianos no han cambiado nada, se trata de cosas de hace cinco mil años que hoy siguen funcionando”, señala. Pero, por más que se quiera, “no siempre se puede explicar por qué pinchando en cuatro sitios determinados ―siempre los mismos― y teniendo en cuenta las características de cada paciente éste mejora su estado de salud”.  Es ahí, ve Alejandrova, donde todavía no se encuentra el puente entre ambas medicinas.
A pesar del enigma, el reconocimiento por parte de la medicina moderna llega gracias a diferentes estudios comparados que revelan, por ejemplo, la “eficacia terapéutica de la acupuntura en pacientes con sacrolumbalgia”. Según el artículo realizado por médicos cubanos y publicado en 2011 por la revista Medisan, “los pacientes con dicha lesión mejoraron en menor tiempo y con menos reacciones adversas en comparación con los consumidores de fármacos”.
“Hay muchas dolencias que la medicina moderna trata con métodos paliativos. Y cada vez hay más pacientes crónicos enganchados a un medicamento que no termina de solucionar el síntoma y va ampliando los desequilibrios”, observa la experimentada acupuntora. Si bien son complementarias, no son sustitutivas la una de la otra. La cirugía o una buena analítica son necesarias; incluso “un antibiótico en un momento dado puede salvar la vida, pero en la mayoría de los casos no hace falta”. Del mismo modo que ocurre en otros países asiáticos, considera, ambas medicinas  “deberían ir de la mano”.
De mecánicos y jardineros
La dificultad de integrar una medicina con la otra obedece a las percepciones tan lejanas en que se basan. Ted J. Kaptchuck, en su artículo ‘Medicina Oriental y Occidental: dos modos de ver, dos modos de pensar’, asegura que tanto la primera como la segunda tienen coherencia, pero se fundamentan en estructuras lógicas de tradición y cultura muy diferente. La medicina occidental fija su atención en la enfermedad que “aísla, y trata de modificar, controlar, destruir”. La lógica del médico es analítica, y empieza por un síntoma para hallar una causa o enfermedad específica en un área corporal concreta. “El médico chino por el contrario, dirige su atención al individuo por completo”, que entiende su salud holísticamente. La cuestión causa-efecto es secundaria. Con toda la información relevante designa “una pauta de desarmonía” y “dicta una descripción de la persona que siendo casi poética es operativa”.
La concepción de la medicina tradicional china es preventivaEl primero es un mecánico, y el segundo un jardinero; “ambos son necesarios en la sociedad”, piensa Alexandrova. El mecánico necesita encontrar la avería para arreglarla; en cambio, un buen jardinero no necesita una biopsia de la raíz para saber si a esa planta le falta algo. “Se decía que antiguamente el acupuntor cobraba mientras todos los pacientes que tenía a su cargo estaban sanos. Cuando uno enfermaba dejaba de cobrar”, subraya. Por lo que se refiere a este hecho, la concepción de la medicina tradicional china es preventiva, lo que a su vez riñe con el sentido que toma la medicina moderna, donde la gente acude a la consulta únicamente cuando está enferma.
Con intención de encontrar soluciones rápidas y efectivas a los problemas del paciente ya hay médicos y masajistas en Occidente que se lanzan a aprender de medicina oriental. No obstante, conocer en profundidad una sola rama requiere del esfuerzo en el estudio y de larga experiencia de su práctica, de ahí, la dificultad para dominar las dos. La preocupación de Alexandrova, de acuerdo con lo anterior, es que con la transmisión de las terapias tradicionales aparece el intrusismo. Resulta un problema cuando “el médico, con su carrera de medicina, pretende hacerse un cursillo de seis meses y ya ponerse el nombre de acupuntor”.
La casualidad fue que aquel simulado acupuntor tropezase justo con Ana. Esta profesora de educación física recuerda: “Tenía un constante dolor en el codo que no me permitía hacer vida normal, ni trabajar plenamente”. Al no librarse de “esa epicondilitis o codo de tenista, como también se conoce esa lesión”, acudió a la consulta de un “especialista”. A la segunda sesión, Ana comentó al médico que seguía sin mejorar, y éste la respondió que con esa actitud sería imposible que sanara. Acabada la consulta pagó los sesenta euros que costaba el tratamiento y dijo: “Creo que ya estoy mucho mejor, gracias”. Ana nunca volvió.
Oriente como alternativa a la medicina Europea
El interés que despiertan los resultados de esa vieja medicina ancestral incita a algunos a querer manejar sus secretos por la vía rápida. En cambio, hay quien si desea profundizar para saber aplicar algún día esos conocimientos. Marcos Martín Sánchez, osteópata, está estudiando mandarín y, espera superar el examen que le dará acceso a la Universidad de Shanghái para cursar medicina china. “Cuando empecé a trabajar muchos tratamientos eran a base de acupuntura y energías”, declara. Al ver que varios problemas se solucionaban con esos métodos, decidió “aprender esa alternativa a la medicina europea”.
Conocer la parte sin el todo es reducir la realidad, y mirar el todo sin distinguir la parte es otra abstracciónLa terapia japonesa shiatsu abrió una vía que unía el arte del masaje japonés, el quiromasaje americano y la acupuntura que llegaba al país nipón a través de la península coreana. Así surgió esta práctica en el siglo XIX para combatir el estrés en las ciudades modernas. Según explica Shigeru Onoda, quien lleva cerca de treinta años difundiendo este masaje en España, shiatsu se traduce como “presión con los dedos”, pero realmente significa “quitar dolor de espalda”. El maestro Onoda valora que el cuerpo necesita más que nunca un tratamiento primitivo, ya que hay una escasez de contacto directo y “la gente precisa ser tocada”. Por ello, opina, su terapia se sigue extendiendo.
Por ser medicinas antagónicas la occidental y la oriental ―la primera examina la parte, y la segunda se ocupa del todo― deberían complementarse. Conocer la parte sin el todo es reducir la realidad; y mirar el todo sin distinguir la parte es otra abstracción. Para aliviar el dolor, aplacar la enfermedad o reponer la salud no existe sólo un camino; entre tantos, los dos andados por estas visiones opuestas puede que se crucen en algún punto que sea el inicio de otro trayecto valioso por recorrer.